BUENAS NOTICIAS JULIO 2021

Editorial

No Dejar a Nadie Atrás es la promesa central y transformadora de la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Ella representa el compromiso inequívoco de todos los Estados miembros de la ONU de erradicar la pobreza en todas sus formas, poner fin a la discriminación y la exclusión, y reducir las desigualdades y vulnerabilidades que dejan a las personas atrás.”

Sobre este postulado de la ONU existe un gran consenso y somos muchos los que estamos trabajando en esa dirección. Aunque veamos que los esfuerzos hasta ahora no son suficientes y que erradicar la pobreza “en todas sus formas” pareciera utópico, tiene un valor infinito cada acción particular que logre cambiar al menos una vida.

Sin embargo, esta lógica del impacto que cada uno puede tener en su metro cuadrado es menos popular de lo que pensamos. Con frecuencia los indicadores de impacto tienen que ser cuantitativamente elevados y manejar altos volúmenes de beneficiarios para que, según muchos expertos, se pueda hablar de un cambio. Por ello es indispensable que nunca se menosprecie una acción por pequeña que sea, porque no dejar a nadie atrás ya vale la pena.

En Latinoamérica somos testigos de décadas de altísimas desigualdades dentro de y entre países, y las consecuencias de la pandemia las han acentuado aún más. Por ello, y sin desmayar en todos los esfuerzos que hacemos, hay que reconocer que al ritmo que vamos es complejo pensar que en el año 2030 se logrará erradicar la pobreza.

De esta manera surge un factor, a mi modo de ver, más importante que no dejar a nadie atrás, y es: No Dejar a Nadie Solo.

Al mismo nivel, o incluso peor que la pobreza, es la soledad; no tener con quien compartir el dolor, sacrificios y necesidades. Se puede vivir en condiciones de pobreza, pero qué importante es para una persona saber que puede contar con alguien; a veces puede ser simplemente sentarse en silencio a escuchar un llanto, o ponerse codo a codo a cocinar y compartir lo poco que hay para comer. El valor de la familia, la amistad y una comunidad solidaria es incalculable.

De la misma manera, las instituciones deben darse cuenta que ofrecer un plato de comida, curar una persona y darle medicinas o capacitar para el trabajo, son necesarias, pero son sólo el comienzo. El verdadero cambio cultural hacia un desarrollo integral de la persona es un proceso y requiere tiempo, y para ello se necesitan programas de acompañamiento: propuestas que, aún en medio de la asistencia por una emergencia, tengan métodos innovadores que eviten sustituir la responsabilidad de la persona y generar relaciones de dependencia inhumanas.

“Si me dan a elegir entre la tristeza y la soledad, me quedo con la tristeza”, decía William Faulkner; por eso me atrevo a decir que nuestra meta debería ser No Dejar a Nadie Solo y Atrás.

Alejandro Marius

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